"The trouble with jogging is that, by the time you realize you're not in shape for it, it's too far to walk back".
En tantos aspectos, es tan cierto.
Uno va por la vida creyendo que sabe a dónde se dirige, sólo para darse cuenta a mitad del camino que se está cansado y/o atorado, pero es demasiado tarde para volver atrás. ¡Quién pudiera regresarme esos días simples de infancia! Cuando arreglos florales eran junglas salvajes repletas de indómitas bestias fantásticas, las cuales indiscutible e incuestionablemente eran vencidas.
En aquel tiempo, cada vez más lejano, las cosas comunes eran voluntariamente transformadas en extraordinarias, y estaba todo bien. Incluso me atrevo a decir: feliz. ¿Hoy día? Pasa exactamente lo mismo (aunque involuntariamente), ¡y es un drama de nunca acabar!
Hogaño no sólo me peleo con hormonas (esquineras desvergonzadas). Encima de los ataques mensuales de las insolentes, tengo que lidiar con crisis de transición, mutaciones en mis gustos y disgustos, así como aprietos acosadores de incalculable magnitud. (Y digo “incalculable” porque no tengo ni la más casta idea de qué proporción tienen estos mentados teatros).
Por la mañana me he dado cuenta de que no he tenido más que pesadillas los últimos meses. Y cuando no son pesadillas… y, bueno, no son nada. Eso de ya no soñar de noche me preocupa. Espero que no se contagien de esta enfermedad mis sueños de día, porque me muero.
Me siento como esas veces que doblas una pierna y te das cuenta de que no era tan flexible como la recordabas ser. Sólo que no sé muy bien qué parte de mí se está endureciendo… y también me pregunto si es todo parte de un proceso natural, o si pasa algo malo conmigo.
¿Estaré lentamente convirtiéndome en adulta? ¿o en algo peor?
Ya lo he dicho mil veces, pero esto de las transiciones no es lo mío.
Oyendo: I Just Want You to be Happy--- Bonnie Pink