"How can it be that we can say so much without words?".
Y, sin embargo, hay veces que las palabras son tan necesarias. Generalmente, me encuentro en una situación paradójica en la cual me urge expresar por medio de palabras algo que es irremediablemente inexpresable. Pero el cerebro, necio como él solo, sigue intentando encontrar esas palabras precisas.
Hoy es uno de esos días.
Las crisis emocionales (y, ¿por qué no decirlo?, financieras también) de hogaño le han dado un tono un tanto gris a mi pobre blog. Ya va siendo hora de que le pongamos más color al asunto.
En este día danzo, boyante. Dichosa y sorprendida como ese niño que se encuentra una moneda inesperada en sus bolsillos.
¡Una buena noticia! ¡Bienvenida sea!
Casi no la reconozco, con lo frecuentemente que me visitan sus primas; esas desagradables arpías a las que tanto les gusta pavonearse enfrente de uno, trayendo consigo sólo perfidia, víboras y drama.
¡Pero, que venga! ¡Que entre! ¡Démosle la bienvenida!
Y también las gracias.
¡Qué palabra tan corta para expresar tanto! No me caben la gratitud ni la alegría en siete letras.
Mi mente sigue tratando de encontrar más palabras, pero al final no me queda más que una: GRACIAS.
Realmente el que más se merece mis gracias es mi Dios, pero no hay que olvidar a los seres terrenales que también cuentan.
Y repito: GRACIAS.
Dancemos, pues.
¡Es momento de regocijo!
Oyendo: Una rumba por aquí—Gypsy Kings