martes, diciembre 01, 2009


"I wish you had stayed for five more minutes...".

Tantos días encerrada y mi blog abandonado, en verdad no tengo excusa. Aunque si la influenza contara como una, la usaría. En resumen: tengo influenza A/H1N1, y estuve de claustro 7 días. De no ser por mi Celph amado que me pasó Mabi, me hubiera tirado por la ventana hace varios días. Te amo, Celphyrio! Eres el amor de mi vida (en Mabi… después de Ranald).

Y el resto de la casa no está mejor que yo. Mi pobre madre se cayó en la ducha, se rompió tres costillas, y está incapacitada por tres semanas. De pronto, me vuelvo vidente y veo muchas tensiones y malos humores en mi futuro cercano.

También descubrí cuál de las diez mil pastillas que me estoy tomando es la culpable de mi falla motriz, y la abandoné. Mira, que de por sí estoy mal, como para que venga esta píldora y me haga no poder tomar un lápiz. ¿Qué pretende?

Estuve reflexionando un poco más en lo que hablaba en mi post anterior. Ese sentimiento de exclusión, esa vacuidad necia. El momento preciso (y amargo) en el que uno comprende que hay cosas a las que nunca pertenecerá. Ya que se nos va el acerbo sabor de la boca, poco a poco, el entendimiento va siendo asimilado en un vaivén vinagroso y vago; lentamente, flemáticamente. Cada idea tosca (con púas), pasa por esa tráquea sensible y la raspa con una pachorra incomparable que dejaría apenados a los mejores quelonios. Creo que ahora estas espinosas han llegado a mi estómago, y se la pasan de lo lindo con mis jugos gástricos. Sé que eventualmente saldrán de mi sistema (esperemos que no tan lacerantemente como lo fue su recibimiento), pero me pregunto cuánto tardarán. Y ¿qué pasa cuando salen?

De momento, me distraigo con estos erizos. Pero sé que hay dinosaurios enormes con púas por todos lados… y los ignoro. Francamente, me dan miedo. No digo que los puercoespines actuales no me aterren; lo hacen. Hay días en que incluso comparo este miedo con aquellos sentimientos pubertos que creí haber dejado atrás. Esta semejanza no es coincidencia, ni tampoco lo es la enloquecedora similitud con las situaciones de ayer.

Veo la historia repetirse, pero esta vez con más mente y menos corazón. Analizo los resultados y comprendo el quebranto juvenil. Entiendo, desgarradora y finalmente, estas incógnitas que me persiguieron todos estos años. Quitarles la máscara fue tan elemental… y lo que vi causó una magulladura tremenda en mi corazón. Tan violenta y contundente, que me deja del mismo modo: indefensa y expuesta, tal como aquella vez.

Y, ya todos sabemos que cuando me siento expuesta, no razono, no manifiesto. Me refugio en palabras escritas que sería incapaz de leer en voz alta.

La diferencia hoy, es que aún al escribirlas, titubeo. Es un tartamudeo retórico y discreto; de no haberlo mencionado yo, el mundo jamás se enteraría. Pero decir (y escribir) las cosas sin pensar es una especialidad mía.


Oyendo: Intocable-- Aleks Syntek

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