viernes, marzo 13, 2009


"Often when our affection seems wounded it is only our vanity bleeding".


Muchos hombres te dirán que lo que a las mujeres les encanta es sentirse adoradas. De hecho, la mayoría de los varones del mundo están plenamente convencidos de que las féminas viven diseñando planes para que ellos caigan a sus pies y les rueguen por un poquito de atención en sus ocupadas agendas sociales.

No dudo que haya muchas mujeres así en este mundo material en el que vivimos, pero ¿qué hay del resto de nosotras que no somos así? De las que no podemos simplemente sobreseer la relación y desaparecernos de la faz de la tierra; de las que nos sentimos mal cuando no podemos corresponder. Y, quizá lo más importante, de las que nos sofocamos fácilmente al ser cortejadas excesivamente.

Si hay una cosa que me altera en este mundo es que me sofoquen. Mis nervios se ponen a la defensiva y, después de cinco llamadas, quiero aventar el teléfono por la ventana. Luego de seis mensajes de texto, me urge enterrar el celular en una maceta, y lanzar dicho tiesto a la mitad de la calle. A ver si lo atropellan y ya me dejan en paz.

Me enerva tanto, y a la vez, me remuerde. Me siento mal de enojarme, pues finalmente el cortejador también es una persona; no es un pretendiente de piedra. Tiene esperanza… Y me duele lastimar.

Pero, es que ya basta.

Estoy hasta acá de que me estén hable y hable. Y que si el mensajito, y que si la llamada. Y que si vienen a mi casa sin invitación.

Hoy no puedo.

No importa si me hablas tres horas después para ver si siempre sí. O si escoges otro lugar para ir. Si hoy no puedo, NO PUEDO. ¿Es necesario deletrearlo?

Y si me sigues asfixiando, nunca podré, ni querré.

Así que ya déjame vivir.
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Dejando mis arranques a un lado, hoy me di cuenta de que mis tres últimos posts han sido en viernes. Realmente no sé porqué, pero me pareció relevante mencionarlo.

¿Cosas nuevas en mi vida? No hay muchas. Tengo dos semanas yendo al gimnasio y mis músculos están en huelga. Pero me gusta el lugar… y un maestro en específico. Claro que, como es de esperarse, el tipo de hombre que da esas clases es, sin excepción alguna, gay. Qué desperdicio. Nuestros hijos podrían ser hermosos.

Pero en fin. Se me había olvidado mencionar que tengo dos ratonas gordas por mascotas. Son un encanto, y bastante entretenidas. Me la paso observándolas; no les puedo quitar la vista de encima. Le dan variedad y alegría a mis, muy recientes, días de claustro.

Los que me conocen un poco, sea por mi blog o por equis o ye, saben que mi madre es muy propensa a súbitos cambios de humor, por consiguiente, mi vida social se define por “rachas”. Este último mes ha sido la racha de claustro. Pero no es tan malo como suena.

¿Qué más decir? Gracias a Dios por un nuevo día y, por piedad, dame más paciencia para no pisotear mi celular en un arranque de ira.


Oyendo: El ruido de un camión que va por la calle.

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