sábado, octubre 25, 2008


"I put a spell on you and now you're mine".


¡Dos días seguidos de posts! Espero no ocurra un cataclismo.

Hoy entendí varias cosas, y unos cuántos veintes casi me descalabran. Pero en el buen sentido.

¡Cuán efímera es nuestra existencia! Cuando piensa una en los miles de años de historia escrita, y en los millones de años que no están escritos… mira que 70 años no es nada. Uno se parte la espalda tratando de ganarse la vida, y al final esos setenta y pico de años no son más que un corto período en la historia de la humanidad. Vamos, que me da un sentido de urgencia bárbara. Acostumbro decir “se nos va la vida”, pero hoy más que nunca lo creo. En verdad se nos va la vida, ya sea al caño, a las riquezas materiales o al desarrollo de un buen corazón, pero se nos va. Y cuando se vaya no queda más que puro color negro. ¿No les da urgencia de hacer las cosas bien? A mi sí.

Cuando era niña deseaba ser muchas cosas: patinadora de hielo, astronauta, veterinaria, enfermera… y ahora que soy “grande” como lo deseaba ser, sigo teniendo ese sentimiento de cuando sea grande quiero. He llegado a comprender lo peligroso que esto es, pues te tiene en una espera eterna. Ese sueño que revolotea sobre uno, pero nomás no se posa en ningún lugar. Es un hábito que tengo que erradicar… ¿qué estoy esperando? ¿A que tenga 30, 40, 50? Ya cuando esté toda arrugada no me va a servir de nada. ¡Se nos va la vida, efectivamente!

¿De qué sirve creer que uno logrará cosas si no las hace? La semilla que no produce fruto se pudre, y yo no me quiero poner podrida. Tiene que haber una manifestación de esa creencia en mi conducta; la fe sin obras es muerta. Cambio, fruto. Mira que sigo viva y quiero dar frutos. Dios, riégame esta semilla.



Hoy salí con la Trucha por ahí, y nos pusimos al corriente en la vida de la otra. Incluso casi formamos un Club, pero ella no se decide a formar parte. Ambas concluímos que nos hemos vuelto unas personas demasiado celosas. Sea de amigos, de parientes, de mascotas o de pareja, los celos nos corroen, nos oxidan y nos caemos en pedacitos. ¡Qué cosas! Tal vez la vida adulta (¡cómo odio la palabra adulta!) en verdad nos está cambiando; pero hasta donde yo recuerdo, siempre he ardido de celos por equis o ye razón. Que no haga pancho es distinto, pero ese ya es otro tema. También, mientras estábamos ahí, un tipo negrito nos intentó coquetear. Fue gracioso, incómodo, y al final pusimos cara de rata y seguimos con la bebida.

¡Qué día!


Oyendo: Un carro en la calle que va de reversa y se oye bip, bip, bip.





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